miércoles, 21 de marzo de 2012

LA SEMILLA ESCONDIDA

                 Por varios años yo sembraba una hortaliza chica de verduras en un terrenito a un lado de la puerta de mi cocina.  Nunca fue algo grande, en realidad estaba muy  chica y solamente cabían unos pocos surquitos de verduras del tipo que a mi familia me gustaba y que también crecían bien en la clima de nuestra área, árida y calurosa.  Sembrábamos maíz, frijol, calabaza mayera, nabos, etc. . . .  Mientras pasaban los años  nuestros hijos salían de la casa uno por uno, y cuando salía mi Don Pancho para estar con su Señor Jesucristo, la hortalicita dejo de existir.

                   Luego, después de varios años de quedarse dormida, yo quería ver algo verde crecer en esta hortalicita y decidí sembrarla otra vez.  Compre la semilla y empezamos a cultivar la tierra para que pudiera algo crecer en este lugarcito otra vez.  Sembraba zanahoria, calabaza, y chara suiza.  Me encantaba ver a las plantitas verdecitas cuando empezaban a salir de la tierra y levantar sus cabecitas en búsqueda del sol y el agua que necesitaba para poder crecer.  Siempre me ha  gustado ver a las plantas crecer y verlos cambiar de una semillita tan chica que casi no se ve, pero que se levanta de la oscuridad de la tierra y luego se hace una planta grande, saludable que está produciendo la fruta que le toca.
                  En este año en particular mientras mirábamos a las plantas levantarse de la tierra, algo inusual empezó a pasar.  ¡Había plantas naciendo en la hortaliza que no habíamos sembrado!
¿Cómo pudo haber pasado tal cosa?  A pesar de que no habíamos sembrado nada en el lugarcito por casi cinco años, y no habíamos  sembrado las semillas por estas plantas en particular, de todas maneras por un lado del hortaliza había salido una planta grande, hermosa y produciente de un tipo de calabaza que ni se puede conseguir en México.  Se llama el butternut squash!  Aparte de eso, al otro lado del lugar en medio del chara Suiza que si habíamos sembrado, nacieron unos nabos, y nabos grandes y produciendo su fruto también.  No habíamos sembrado estas semillas, pero de todos modos allí estaban, creciendo y produciendo como si alguien les había sembrado a propósito.
       Mientras yo me preguntaba de todo pudieron haberse venido estas plantas, yo recordaba que unos cinco años antes, sembrábamos nabos en la otra calabaza, pero ¿era posible que estas semillas se habían quedado dormidas por cinco años antes de nacerse, o era posible que habían caído de la planta que estuvo allá y hasta ahorita estaban naciendo?  ¿Era posible que las semillas estuvieran esperando estos cinco años hasta que alguien cultivaba y regaba y fueron expuestas al sol otra vez para poder nada?  Cualquier de las  cosas que fueran, de todos modos habían pasado cinco años con nada de actividad en cuanto a estas semillas.
            Eso fue una lección espiritual para mí.  ¿Cuántas veces hemos sembrado la “semilla” de la Palabra de Dios en las vidas de las personas en nuestro alrededor y sentimos que fue en vano porque no vemos el fruto que esperábamos?  ¿Cuántas veces hemos dejado de sembrar la “semilla” porque sentimos que la semilla cayó en tierra rocosa y que no va a nacer ni traer ninguna fruta?  La semilla que estaba en mi hortaliza se quedó dormida por cinco años antes de que al fin diera fruto.
                   En profeta Isaías dice que como la semilla sale de la tierra y trae la fruta que debe, así será la Palabra de Dios.  Si traerá el fruto que debe a su tiempo.
La semilla de la Palabra de Dios si traerá su fruto.
Tarde o temprano la semilla nosotros sembramos, (sea semilla buena o semilla mala), un día va a brotar y traer su fruto.  Aunque nosotros no vemos el fruto o no, necesitamos seguir sembrando “la buena semilla” con la confianza de que Dios bendice Su palabra y un día si traerá su fruto. 
Quizás debemos examinar la semilla que estamos sembrando porque un día habrá una cosecha.  La semilla solamente tiene un propósito ese propósito es reproducir la planta de la cual salió. 
Vendrá el día cuando vamos a ver la cosecha de la semilla que hemos sembrado.